A partir de la Escucha que venimos haciendo en la Asociación de las vivencias en primera persona de los chicos, surgen entre los profesionales reflexiones como las que nos deja Lucía Fernández esta semana.
“YO SOY…”
Un recién nacido necesita del lugar que le da el Otro (principalmente materno) para identificarse y constituirse; El Otro da un lugar al recién nacido a través del lenguaje, a través de los significantes, quedando así el sujeto “enganchado” de algunas palabras con las que se identifica. Esto permite a cada persona el poder decir “Yo soy esto u esto otro”, pues es aquello a lo que se ha identificado.
Palabras como SD y discapacidad se presentan como marcas a las que las personas se identifican; marcas que constituyen en muchos casos el “Yo soy…”; “Yo soy una persona con SD o con discapacidad”.
Hasta hace unos años muchas personas con SD y/o discapacidad crecían sin este significante; pero con el tabú de lo no nombrado. Hoy las familias, los profesionales, la sociedad hablan de discapacidad, y el significante aparece una y otra vez.
Pero la identificación a estos significantes no está exenta de dificultades.
Cuando se crean dispositivos de escucha desde los cuales los sujetos pueden tomar distancia de sus identificaciones nos encontramos con las consecuencias de identificarse a algo que de por sí implica una dificultad, una necesidad de apoyo y ayuda.
Esto se pone de manifiesto especialmente en momentos clave del desarrollo de una persona; y muestra el lugar estragante de un significante que da al Otro un lugar privilegiado.
“Como me voy a hacer mayor, distanciarme de mi familia, y quedarme solo. No tendré quién me ayude”
“Como tengo eso, el síndrome de down, no se hacer las cosas solo”
Aparece así otro significante fundamental que regula el lazo social en muchas personas con discapacidad: la ayuda.
Es decir, una persona identificada a la discapacidad, tiene además siempre a su lado a otro (u otros) que evalúan, que valoran cuanta ayuda necesita.
Así se combinan ambos significantes: “cuanta más ayuda valoren que necesito, mas discapacitado soy”.
Pienso entonces, que es importante plantearnos interrogantes que son cruciales en el trabajo como profesionales con personas con discapacidad, y con sus familias:
Partiendo de la realidad en cuanto a la necesidad de ayuda de una persona con discapacidad para poder gestionarse, para realizar pequeñas cosas del día a día, para aprender determinadas habilidades; ¿Cómo ayudar sin ser ese Otro que evalúa y que fija más las identificaciones de las personas a las que queremos apoyar?
Y ¿Qué papel juegan entonces las instituciones que tienen como objetivo integrar y facilitar la vida de las personas con discapacidad?
Este año se ha generado un debate en torno a la definición que la RAE hace sobre el SD; y, si bien es cierto que es importante avanzar en estos aspectos; para la persona con SD hay un no saber qué hacer con este significante al que se identifica.
Lo que cada sujeto con haga con el significante “discapacidad” responde a la invención particular, a su experiencia y su historia, a la forma en la que esta palabra hizo lazo en su construcción como sujeto; y, es la escucha de esta historia particular la que permite “saber hacer” con un significante que en ocasiones paraliza.
“Normalizar” es uno de los principios que guían el trabajo con personas con discapacidad; y, si bien es cierto que esto es fundamental; es importante también atender a la individualización del sujeto; es decir, tomarlos uno por uno; para que desde la escucha de lo más particular, puedan encontrar una forma de hacer que permita que el “Yo soy…” contemple una invención más allá de la discapacidad.